lunes, 9 de enero de 2012

Detras de la palestra

Antiguamente se luchaba en cartas que tardaban días en llegar
en la plaza del centro frente a la iglesia a la vista de la mar

Antiguamente se guardaban los besos para la intimidad,
las manos que se tocaban eran afortunadas en llegar

Antiguamente una mirada bastaba para obsesionar mil noches
y un viaje convertia a un peon en una especie de Romeo/Hercules

Antiguamente el querer era querer y no piel disfrazada de palabras
y el amor era una mezcla de cariño, respeto, eternidad e inexplicabilidades

Antiguamente la palestra duraba años,
las escaramuzas eran pocas,
las heridas no piadosas,
antiguamente, claro esta

lunes, 2 de enero de 2012

Drogadictos de alquiler II

Me puse los pantalones, tan jodidamente necesarios (que alivio  seria por ocasiones ir por la calle en ropa interior mas con el calor tan sofocante) luego unos zapatos impecables, me abotone la camisa blanca, la corbata verde claro y decidi arremangarme las mangas, sin saco por este dia, tome mi maletin azul marino para que combinase con mis pantalones, cinto negro y una buena taza de cafe para llevar acompañada de un valium.
El trayecto a la oficina fue alucinante, no podia dejar de pensar en ella. Leticia. Musa. Caracoles de colores. Todo se movia, todo era extraño, pero gracias a ese valium pude caminar las 10 cuadras necesarias sin sumirme en la locura y sin disolverme en el asfalto. La resaca era una depresion quimica sustituida por una depresion de esas que al alma le da por tener. Confusion. Cerre la puerta de mi oficina y le pedi a Cristina que nadie me molestase hasta la hora de la comida ya que tenia trabajo pendiente. Me recordo la junta con Javier y le pedi que la pasara al dia siguiente argumentando la excusa que hiciera falta. Fui directo al sillon, me servi un whisky y de trago en trago me fui durmiendo con la puerta bajo llave.
Soñando me di cuenta de que estaba a punto de entrar en el laberinto de la obsesion, ese laberinto tan complicado de habitar. Leticia aparecia ante mi con su sonrisa bendita y solo bastaba eso.
Letras en forma de arboles se asomaban a mi cabeza y escribian: nueva obsesion, bendita obsesion, mientras yo sentia algo tan bonito y oblicuo que desaparecia.